viernes, 4 de enero de 2013

OJOS QUE NO VEN... CORAZÓN QUE NO SIENTE





-¿No te da miedo Paula?
-No. En realidad no pienso en eso. Me cuido, se lo que hago y tomo mis recaudos. Además cuando llegás a comprender como funciona, cual es el mecanismo, se torna como una actitud casi natural.
-¿Pero porqué?... No entiendo… ¿No lo querés?
-¡Si…Claro que lo quiero!
-¿Y como se entiende entonces? ¿Que fue lo que pasó?
-Ay... Es largo de contar...
-Contame...

-Yo tenía 19 años cuando lo conocí y él casi el doble. Basta decir eso, para entender muchas otras cosas… Fue el primero en todo. Me enamoró y me sedujo igual que en las películas. Era mi ídolo de carne y hueso y era todo mío. 
Al ser mas grande, era más experimentado y por consiguiente sabía decir exactamente lo que una chica de esa edad quería escuchar… escuchar y creer. 

Yo me sentía su universo porque él era el mío. Pero dicen que nada es para siempre.  Nuestra vida era intensa, tanto, que tuvimos poco tiempo de novios. 
Nos casamos y antes de que pudiera darme cuenta nació nuestro hijo. 

Nuestro amor parecía irreal, como un cuento de hadas...Hasta que le descubrí 
una infidelidad de la peor manera. Hacía ya unos cuantos días que lo notaba 
raro.  Si me preguntás en qué detalles asenté mi sospecha no podría precisarlo. Aquí seguramente debe haber tomado partido, ese sexto sentido con el que Dios quiso dotar  a las mujeres. Lo cierto es, que sin entrar en detalles vergonzosos, Mi Príncipe había sido víctima de la bruja del cuento. Había sido invitado a morder la manzana envenenada  y por consiguiente, había caído enfermo… Se estaba tratando por una enfermedad venérea. 
-¡Nooooooo!
-Si…

Mi mundo se cayó a pedazos. Ese día fue terrible, terrible para ambos. 
Hoy lo comprendo mejor, lo veo desde otra perspectiva…
En medio de ese caos tuve muchos sentimientos encontrados, tantos que ya no sabía lo que sentía verdaderamente.
Sentí bronca, celos, ira, humillación, abandono, deslealtad. 
Todo, todo junto, pero creo que lo que me abrió el pecho de par en par,  fue la desilusión, descubrir que mentía, que mentía y lo hacía con una tranquilidad francamente  envidiable. ¡Un verdadero mentiroso!
Era un mentiroso profesional y ese mentiroso estaba conmigo, en la misma casa, ocupando la otra mitad de la cama, habitando todo el tiempo los mismos lugares, ahí siempre, ahí conmigo, nada menos que conmigo, que yo era incapaz de 
mentir y además yo creía... Porque él lo decía...  
Que éramos felices. Que nos amábamos y que lo teníamos todo.
Que no podíamos pedirle más a la vida.

Después de gritos, insultos, llanto y dolor, sobre todo eso, dolor, obviamente necesitaba irme, dejarlo para siempre. 
Entonces alcé al bebé de la cuna, lo preparé y salimos, dejándolo solo, acostado boca arriba en la cama con los ojos fijos en el techo, quieto como un muerto.

En realidad no sabia a donde ir, pero por supuesto que el primer lugar en el que pensé,  fue ir a lo de mi mamá y hacia  allá nos dirigíamos. 
Tenía los ojos duros, casi ni parpadeaba, caminaba sin ver, cuando me empieza 
a seguir alguien en un auto, un hombre, me decía cosas, cosas lindas, pero yo estaba como anestesiada y sin importarle mi indiferencia,  bajó la ventanilla y -me dijo –¡Que carita triste! ¡No me dejas que yo te saque la tristeza!
Y tenía razón... Estaba triste... Arrastraba toda mi tristeza.

Tomé el colectivo y me fui pero no a la casa de mi mamá, me fui a pasear con el nene, en realidad me fui a pensar. Y pensé, pensé y pensé y finalmente volví  después de horas.
Él parecía no haberse movido en todo ese tiempo, seguía sobre la cama en la misma posición que tenía cuando me había ido. No sabía muy bien lo que me pasaba, ni lo que iba a hacer ni lo que sentía, ni como lo resolvería, lo único que sabía era que estaba otra vez en mi casa con ese mentiroso.

Durante los siguientes siete días no le hablé, ni lo miré y mucho menos se me ocurrió tocarlo. Me sentía como si estuviese dentro de una bolsa, sofocada, ahogándome, siempre al borde del desmayo. 
Una tarde calurosa, él y el bebé dormían la siesta, entonces salí a  comprar   algunas cosas. No había caminado más que dos cuadras cuando de pronto veo 
un auto que se pone a mi lado, el tipo me hablaba pero yo no le prestaba atención, me siguió unas seis cuadras hasta el negocio, entré y cuando salí después de un  rato, lo veo parado esperándome en la vereda.
¡Hola! -me dijo,  con una sonrisa- Como me imaginé que ibas a volver por el mismo camino, me bajé del auto para acompañarte, porque esta calle es contramano, así de paso estiro las piernas y camino, para no olvidarme como se hace.......Eso me pareció gracioso y me reí.

Ahí mismo comenzamos a hablar y fue en ese momento que se aclaró mi horizonte, até cabos  y recordé que él era el mismo hombre que hacía una semana atrás había notado mi tristeza y que también, se había ofrecido para hacerla  desaparecer. Y yo aún... seguía triste.

En casi seis cuadras de recorrido sabía lo que tenía que saber de él y él de mí. Entonces acordamos de vernos  para seguir charlando, yo iría con el bebé y él no objetó. Nunca dijo nada.  Siempre estaba distendido, contento y sobre todo, seguro, eso me gustaba, su seguridad. 
Con él vivía en un microclima, en una realidad paralela. Él, al igual que yo,  estaba casado.
Me hacía bien verlo, él era mi arma de combate, mi defensa, mi trinchera, mi cuartel general, él era la clara señal de que me encontraba en guerra.
Cuando comprendí esto, nuestro siguiente encuentro fuesin el nene y cambiamos el café por un hotel.  Ese día en casa, yo había dejado a mi hijo y a marido, una vez mas,durmiendo la siesta.

Lloré tanto  sobre su pecho que él entendió de inmediato que formaba parte de un plan, que se había convertido en mi cómplice. Lo aceptó, me consoló y finalmente hicimos el amor. Su cuerpo no me fue desconocido, al contrario.
Encajábamos como un engranaje, sabíamos casi con certeza que era exactamente lo que el otro buscaba y deseaba. Tal vez, ese día y algunos otros días, nos amamos, en la pesada complicidad de las traiciones. 

Llegué a casa y los dos, dormían todavía. Él parecía haberse despertado al oírme entrar. Me miró y me saludó. Yo me quede parada en la puerta mirándolo en silencio y tenía la clara sensación de que mi cuerpo se agrandaba más y más cada vez.
-¿Ya te vas? -pregunté- con un tono desconocido y hueco y él, entre asombrado y contento porque le dirigía la palabra después de tantos días  -dijo- Si me necesitas me quedo… ¿Necesitarte? - pensé - 

Me acerque a él y sin decir una sola palabra más, comencé a confiar en mí, en mi seducción.  Me veía como una geisha, hasta podía neutralizar mi pensamiento, dejando de lado todo, la razón, el recuerdo,  sobrestimando solo el placer.
Me sentía bella, irresistible. Yo tenía el dominio total del territorio. 
Era asombroso, estaba como disociada, por un lado mi cuerpo ocupándose de generar goce, mientras que mi mente estaba atenta al suyo, a cada respuesta de  su cuerpo, sabiendo de esa forma qué era exactamente lo que quería, lo que esperaba después de cada caricia... al saberlo... lo explotaba al máximo. 
Claro que contaba con su ayuda, ya que él no se negaba nada. 
Estaba vulnerable, la culpa lo había desarmado,  dándome de esa forma a mí, 
todo el control y la ventaja. Entonces me ví. Me ví y pensé que así me vería yo en sus brazos, entregada, confiada,enamorada y reviví con arrogancia aquellos momentos, pero esta vez era yo quien preguntaba….
-¿Me amas?... ¿Te gusta como te hago el amor?... ¿Te gusta?... 
Si, si, si…Era todo lo que decía. 
¡Que gran satisfacción Dios mio! Casi no te puedo explicar lo que sentía al oírlo susurrar...Si, si, si...una y otra vez.

Lo miraba y me preguntaba,  que pasaría si ahí mismo, en ese preciso momento le gritaba a la cara toda la verdad... Toda...
Que venía de acostarme con alguien y que no la había pasado mal, al contrario,  muy por el contrario, que me había gustado y que además, pensaba seguir haciéndolo. Pero por supuesto que jamás abrí la boca. Esos pensamientos macabros solo eran lucubraciones, un remedio casero que tuve que preparar 
para no morir envenenada y así ir sanando de a poco.

Nuestro matrimonio se fue afianzando lentamente, hasta hoy...y de esta sombría historia han pasado ya nueve años.
Con Daniel, que así se llamaba mi buen amante, estuvimos juntos dos  años, hasta que se mudó de la ciudad por alguna razón.
Lloramos, nos abrazamos y se fue llevándose nuestro secreto.
Un tipazo, un compañero, un buen amante y un mejor hombre...el primero de una larga lista.
Con aquel hecho entendí que pasión y razón jamás coexisten, se cerraron mis heridas y perdoné.
Yo quiero a mi marido, por eso me cuido. No quisiera lastimarlo, porque sé exactamente lo que se siente  y aunque siempre está el riesgo, eso no me impide tener una relación con otro hombre.
Con esto no quiero decir que me acuesto con cualquiera,  ni que se me hizo costumbre, o que voy a dejar de querer mi marido.
No ando buscando una relación extra matrimonial todo el tiempo, pero si se da, no la rechazo.

Probablemente te escandalizo con lo que te digo, pero es lógico, porque sos mujer  y este es un criterio masculino.  
La diferencia entre vos y yo, radica precisamente en eso, en que siendo yo una mujer como vos, pienso y actúo como un hombre, es decir, me convencí de la teoría que ellos tienen y enarbolan con respecto a la infidelidad.
Hoy te dije que cuando uno conoce el mecanismo y logra entender como funciona,  manejarlo se hace más fácil. 
Creo que sintetizándolo en una sola frase sería......
¡Ojos que no ven… Corazón que no siente…!
Así de simple.

martes, 1 de enero de 2013

AL MEJOR CAZADOR SE LE VA LA LIEBRE







-Entonces... Finish...¿Se acabó?
-Si.
-Cuanto tiempo llevaban?
No llegamos a los dos años. Un año y ocho meses mas o 
menos.
-Y que fue lo que pasó?
-Mira ... Yo empecé a notar algunos cambios de hábitos. 
Todo esto en el lapso de un mes, desde el momento en que
se me encienden los radares, hasta el día del desenlace.
-¿Y cuales eran esos cambios?
-Ponía más cuidado en su arreglo personal, compró uno 
de esos aromatizantes para el auto y en la guantera dos
por tres me encontraba caramelos o goma de mascar.
-Bueno pero... ¿Eso era realmente sospechoso?
-¿Me lo estás preguntando en serio? No podía tener más
datos para dar por sentado, de que estaba viéndose con
alguien más y no hacía mucho, eso era seguro, dado que
él estaba en la etapa de la conquista. Pero tenía que 
actuar rápido, antes de que empezaran a planear juntos.
-¿Che...Pero y los horarios? ¿Que te decía cuando llegaba
tarde o tenía "reuniones de amigos"?
-No te digo que a esa etapa no había llegado todavía. 
Él lo acomodaba todo en la franja horaria acostumbrada.
-¿Bueno...Y...?
-Esa mañana, como todas las mañanas se preparó para
el trabajo. Vos sabes que hacía horario corrido y a eso de 
las ocho y media me pasaba a buscar por la oficina  y
volvíamos juntos a casa. O sea que margen no tenía.
Ya nos íbamos, cuando lo veo que agarra su pollovers 
blanco, una polera tejida a mano (la que por cierto le
quedaba fantástica) cosa que él sabía positivamente,
porque cada vez que la llevaba puesta, no había una 
sola persona que al verlo, no hiciese algún comentario
favorable sobre el tema...
¡Que pinta che! ¡Que seductor! 
¡Que bien te queda esa polera!
Eso y mil cosas más, que no solo le acariciaban el ego
sino que le aseguraban sin duda alguna, que esa era una
prenda ganadora.
Como te estarás imaginando, ese detalle fue clave para
mí, porque entendí que ese era el día correcto para el
espionaje y posterior asalto y no dudaba que iba a salir
bien, ya que yo le llevaba la delantera, porque él no
sospechaba ni remotamente que yo si "sospechaba".
Se había descuidado y yo tenía que saber sacar el mejor
 partido de ese error.
Llego a mi trabajo y digo que en el camino había 
recibido un llamado de mi familia y que necesitaba el día.
Me lo concedieron por supuesto. 
Como yo suponía que el horario del encuentro podría ser 
al medio día o a mitad de tarde, llamé a mi viejo y le dije 
sino me podía prestar el auto,  porque tenía que hacer 
unos trámites urgentes y que Víctor no me podía llevar. 
No tuvo inconvenientes y lo fui a buscar. A eso de las 
once me fui hasta un café que queda en diagonal a su
trabajo, me senté a tomar algo y esperé, no demasiado,
ya que casi ni me da tiempo para pagar lo que había
consumido. Lo veo salir de mucha "Polera Blanca" 
Y ahí no más emprendo el viaje tras él. 
Anduvimos bastante porque vivía lejos. 
Llegamos, tocó bocina y la señorita salió...
La veía correr hacia el auto feliz. Era toda una gacela.
Sube, se besan y arranca y yo atrás, ya que nunca
detuve la marcha, porque se veía que ya tenían una 
hora prefijada. Obviamente eso me favoreció.
Iban de regreso al centro, pero cuando pasábamos por 
un parque muy lindo y arbolado, el auto se detuvo y yo
también.
Si recordaba un poco mis días de adolescente, estaba
segura que en unos diez minutos más o menos, ninguno
de los dos sabrían donde estaban estacionados.
Entonces esperé.  Felizmente los vidrios no se habían 
empañado todavía, o sea que se podía ver tan bien para 
adentro como para afuera.  
Le golpeo entonces la ventanilla del lado del conductor, 
interrumpiendo de esta forma un cálido beso.
No quieras imaginar la expresión de su cara al verme...
Estaba paralizado, bordó, la cara desencajada y creo 
que hasta no podía respirar.
Entonces sonreí y le dije -Bajá el vidrio-
¡Pobre! Era tal el impacto, que tal vez la sonrisa le hizo
creer que no me daba cuenta de lo que estaba pasando.
Cuando el vidrio de la ventanilla estaba bien bajo, recién
ahí le dije...
-Era solo para avisarte de que hoy no me pases a
buscar por mi trabajo, porque mi papá me 
prestó el auto hasta mañana... Y me fui.
Tenía una mezcla de odio y satisfacción inigualable y con
esa misma sensación y haciendo las valijas me encontró
cuando llegó a casa, pero no a las ocho y media como de
costumbre, sino a las dos de la tarde.
Estaba pálido, me miraba en silencio, tardó un poco en
hablar y cuando lo hizo lo primero que dijo fue ¡Perdón!
Y de ahí en más, ensayó un millón de disculpas. Subía y
bajaba de categoría a la desconocida señorita. Yo, nada.
Ni una palabra, hasta que dice:
-Deja de hacer las valijas por favor. Yo te quiero 
te respeto aunque no lo parezca y si vos me 
perdonas voy a reparar el error.
-No vas a poder repararlo aunque quieras - le dije-
¿Y sabes por qué? Porque una de las cosas que me 
seducía de vos, era tu inteligencia y hoy me di cuenta 
que solo sos un hombre informado. 
Porque si hubieras sido más inteligente o más vivo, 
jamás te hubiera podido descubrir y mucho menos con 
el agravante de que fuera con las manos en la masa.
¡Yo quiero a mi lado a alguien más inteligente! 
¿ O acaso vos me descubriste alguna vez infraganti ?
¿ Que me estás queriendo decir ? ¿Que vos también me
engañabas ?
Ahhhh... Eso te lo dejo como "tarea para el hogar"
A saber..... Deberás preguntarte....
¿ No la descubrí nunca porque nunca me fue infiel... 
porque fue más inteligente que yo ?
Salí con mis valijas a cuestas y hasta el día de hoy no 
lo he vuelto a ver.
-Con razón anda con esa cara de pobre diablo, sabe 
que te perdió.
-No creo que tenga esa cara porque me perdió a mí, 
lo más probable es que todavía no haya resuelto el
interrogante y tenga miedo de haber perdido el
invicto.....jajajajajaja